A
MIGUEL HERNANDEZ
¡Amigo
Miguel! -perdón por lo de amigo-,
ya
que nunca nos conocimos.
No,
por que no coincidiéramos
en
esta vida, sino, por que cuando tú
marcharte
o te hicieron marchar,
yo
terminaba de llegar.
Tardé
muchos años en tener referencias
tuyas,
por el gran silencio existente,
controlado
por lo pobres millonarios.
Millonarios
en maldad y pobres de
bondad,
y medianamente bajos de
propia
inteligencia bienhechora.
Te
considero un bondadoso “Laurel”, el que
desprende
amorosas esencias digestivas;
entre
diabólicos y malignos espinos
sin
piedad alguna.
Tu
padecida y sufrida vida,
no
creo sea muy deseada por ningún
viviente
mortal existente, por existir
o
que pueda haber existido en tiempo alguno.
Por
otra parte, creo que no pueda haber
mente
alguna por torpe que pueda ser, no
haber
poseído tus reflejos y formas de ver
la
vida respetando a los demás.
Como
también digo: “Hay que ser en la
vida
muy: YO CLAUDIO”, para seguir
viviendo
y dar a conocer el sentir de las cosas.
Espero
y deseo qué: hasta la más diminuta
partícula
que formaron la “configuración” de
tu
cuerpo, se encuentre disfrutando
De la
más absoluta P A Z.
Por
último que tu nombre figure tal y
como
corresponde, entre los más:
¡¡GRANDES!!
Polinyà
a: 31-3-2.010.
(Hora:
15’30)
Manuel
López la Torre
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